GOOGLE NOS ESTÁ VOLVIENDO ESTÚPIDOS?, POR NICHOLAS CARR
Yo también. Durante los últimos años he tenido la incómoda sensación de que alguien (o algo) ha estado cacharreando con mi cerebro, rehaciendo la cartografía de mis circuitos neuronales, reprogramando mi memoria. No es que ya no pueda pensar (por lo menos hasta donde me doy cuenta), pero algo está cambiando. Ya no pienso como antes. Lo siento de manera muy acentuada cuando leo. Sumirme en un libro o un artículo largo solía ser una cosa fácil. La mera narrativa o los giros de los acontecimientos cautivaban mi mente y pasaba horas paseando por largos pasajes de prosa. Sin embargo, eso ya no me ocurre. Resulta que ahora, por el contrario, mi concentración se pierde tras leer apenas dos o tres páginas. Me pongo inquieto, pierdo el hilo, comienzo a buscar otra cosa que hacer. Es como si tuviera que forzar mi mente divagadora a volver sobre el texto. En dos palabras, la lectura profunda, que solía ser fácil, se ha vuelto una lucha.
Y creo saber qué es lo que está ocurriendo. A estas alturas, llevo ya más de una década pasando mucho tiempo en línea, haciendo búsquedas y navegando, incluso, algunas veces, agregando material a las enormes bases de datos de internet. Como escritor, la red me ha caído del cielo. El trabajo de investigación, que antes me tomaba días inmerso en las secciones de publicaciones periódicas de las bibliotecas, ahora se puede hacer en cuestión de minutos. Un par de búsquedas en Google, un par de clics sobre los enlaces, y ya dispongo del hecho revelador o de la cita exacta que necesitaba. Incluso cuando no estoy trabajando, lo más probable es que esté explorando entre los matorrales de información de la red, leyendo y contestando correos electrónicos, esacaneando titulares y blogs, mirando videos y oyendo podcasts, o simplemente saltando de enlace en enlace. (A diferencia de las notas de pie de página, a las que a veces se les compara, los hiperenlaces no se limitan a sugerir obras pertinentes; nos catapultan sobre ellas.)
Para mí, como para muchos otros, la red se está convirtiendo en un medio universal, en el canal a través del cual me llega la mayor parte de la información visual y auditiva que se asienta en mi mente. Las ventajas de un acceso tan instantáneo a esa increíble y rica reserva de información son muchísimas, y ya han sido debidamente descritas y aplaudidas. “Tener una memoria artificial perfecta”, señaló Clive Thompson en la revista en línea Wired, “puede llegar a ser de gran utilidad en el proceso del pensamiento”. Pero tal ayuda tiene su precio. Como subrayó en la década del 60 el teórico de los medios de comunicación Marshall McLuhan, los medios no son meros canales pasivos por donde fluye información. Cierto, se encargan de suministrar los insumos del pensamiento, pero también configuran el proceso de pensamiento. Y lo que la red parece estar haciendo, por lo menos en mi caso, es socavar poco a poco mi capacidad de concentración y contemplación. Mi mente ahora espera asimilar información de la misma manera como la red la distribuye: en un vertiginoso flujo de partículas. Alguna vez fui buzo y me sumergía en océanos de palabras. Hoy en día sobrevuelo a ras sus aguas como en una moto acuática.
Y no soy el único. Cuando comparto mis problemas con la lectura entre amigos y conocidos, casi todos con inclinaciones literarias, muchos confiesan que les pasa lo mismo. Mientras más usan la red, más trabajo les cuesta permanecer concentrados cuando se trata de textos largos. Algunos de los bloggers que leo con regularidad también han empezado a mencionar el fenómeno. Scott Karp, quien escribe un blogsobre periodismo en línea confesó hace poco haber abandonado del todo la lectura de libros. “En la universidad me gradué en literatura y solía ser un lector voraz de libros”, escribe. “¿Qué ocurrió”? , se pregunta, y aventura una respuesta: “¿Qué tal que hoy en día todas mis lecturas las haga en la red no tanto porque haya cambiado mi manera de leer, es decir, por comodidad y conveniencia, sino porque cambió mi manera de pensar?”.
En relación ha esta reflexión que hace Nicholas Carr sobre google quiero aportar mi punto de vista y mi aportación personal, y es que Nicholas Carr tras haberse hecho experto en las nuevas tecnologías, descubrió que había dejado de ser un buen lector, ya que con las nuevas tecnologías conseguimos la información de forma rápida y fácil, y la mente se acostumbra a no trabajar, por lo que a la hora de realizar una actividad que requiera de atención y concentración nos resultará difícil mantener mucho tiempo esa actividad, puesto que cuando la memoria de una persona deja de ejercitarse se debilita.
Es indiscutible que internet tiene muchísimos beneficios, pero no debemos olvidarnos que también existen libros y bibliotecas, porque si nos olvidamos de esto corrermos el riesgo de debilitar nuestra atención. Además debemos de tener en cuenta que internet es como un martillo, y dependiendo del uso que lo demos lo podemos utilizar como algo fuente de conocimiento o como algo nocivo. Y sobretodo en relación con google, decir que tenemos que ser críticos y selectivos y hacer una interiorización de la lectura, puesto que con google muchas veces nos volvemos cómodos y para realizar trabajos se corta y pega sin hacer una interiorización de la lectura.
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